Admiro su buen carácter –creo que nunca la he visto enfadada-,
sus ganas constantes de querer hacer cosas, su energía, su capacidad
narradora, su permanente sonrisa, y me quedo boquiabierta cuando cuenta
anécdotas mientras bebemos un vaso de vino, seguramente un Rioja, un Viña
Tondonia, el vino de su familia, de su
abuelo Rafael López de Heredia que compró los terrenos Tondonia en el término
municipal de Haro, en la
Rioja Alta.
Disfruto todos esos momentos en que la acompaño porque me siento muy
privilegiada de ser parte de su vida y le pregunto por ella:
Rafa, como así la llamamos muchos, nació el 23
de agosto de 1921 en San Sebastian, en la calle Triunfo n°3, su madre nunca
pudo asegurar el piso pero Rafa eligió el tercero porque varios maceteros con
geranios adornaban su balcón. En ese mismo edificio, casualmente, vivió también
el filósofo Fernando Savater.
Calle Triunfo, 3 |
Sus padres
vivían en Madrid, en la colonia Cruz del Rayo, que se llamaba así porque cuando
todavía era un sector rural, un rayo mató a un pastor que cuidaba su rebaño. Su
calle solo tenía casas a un lado, en el otro había campos con espigas y
amapolas
Estudia en el
Instituto Escuela de Madrid.
“Cumplí mis 15,16 y 17 durante la Guerra Civil española. En esos
años pertenecía a la Unión
de Muchachas. Nuestra labor era ir a visitar enfermos a los hospitales de las Brigadas
Internacionales. En Barcelona sentí por primera vez el miedo cuando oí silbar
una bomba y mientras silba quiere decir que todavía no ha estallado. Aquellas
bombas alemanas no explotaban al chocar, explotaban al caer al suelo para matar
a todos los que se refugiaban en los subterráneos. Mi familia se separó durante
la guerra: mis padres se separaron y mis hermanos: uno lo tomaron prisionero,
otro pasó la guerra en Madrid y el mayor, Pedro, alcanzó a salir a Francia y más
tarde se fue a vivir a Canadá.”
Cuando estalla
la guerra está en Madrid pero parte a Barcelona con un grupo de alumnos del Instituto
Escuela y se hospedan en el Palacio de Pedralbes, donde habían instalado una
residencia para estudiantes extranjeros en el último piso destinado a la servidumbre.
Gran parte de la guerra la vive en Barcelona, asistendo al entierro de Buenaventura Durruti. Su madre trabajaba como enfermera
en varios hospitales y la movilizaban. Un día que cambió de domicilio laboral
le dieron el chusco (pan) en los dos trabajos, Rafa cometió el pecado de
comerse uno de los panes ella sola y el otro lo llevó a la casa.
Cuando la
guerra estaba finalizando, pasa a Francia atravesando los Pirineos acompañada por su madre, su tía, y un
primo de su edad, Sadi de Buen y se dirigen al primer pueblo tras cruzar la
frontera, Banyuls, donde tenía a sus abuelos, el oceanógrafo Odón de Buen y
Rafaela Lozano. Allí se hospedan durante unos meses, hasta que en Toulouse
abrieron unos cuarteles para los refugiados españoles, que anteriormente habían
sido cuarteles de bomberos, en los que había un baño (es decir, un agujero en
el suelo) por cada piso.
Durante el
exilio en Francia se dedica a tejer junto a su madre para una tienda de moda.
Les daban ovillos al peso y tenían que devolver el chaleco al peso y el resto
de la lana. No podían quedarse ni con un gramo. Su madre hacia el cuerpo y ella
las mangas. Les pagaban a 5 francos la madeja.
Un pecado que
cometió: un francés que había conocido en un intercambio de estudiantes le
mandó un giro de 50 francos (mucho dinero entonces), lo primero que hizo fue ir
a una chocolatería y comprarse chocolates, se los comió sola....sentada en un
banco, donde gozó el momento.
Al estallar la Segunda Guerra
Mundial embarca desde el puerto francés de Le Havre en el Formosa, acompañando
a un poeta, comunista y tuberculoso llamado Luis Pérez Infante, que
previamente se había reunido con Pablo Neruda -en ese momento cónsul en París-
para que le proporcionara 50 pasajes de españoles rumbo a América. Junto a ellos
viajan los fundadores de la futura empresa Muebles Sur, Christian Aguadé y los
hermanos Tarragó.
Rafaela y Luis Pérez Infante |
El barco
francés sale equipado con dos cañones y con las barcas de rescate descubiertas,
preparadas para saltar al mar en cualquier momento. Hacen escala en Casablanca, donde estuvo apenas unos
días en los que no hacían nada, solamente veían transitar barcos de guerra.
El viaje en barco
transcurre desde Francia a la República Argentina, pasando por la ciudad brasileña de
Santos, donde no pudieron desembarcar. Se dirigieron entonces a Montevideo en
cuya travesía presenciaron la primera batalla naval de la II Guerra Mundial: el
ataque del acorazado Graf Spee contra tres barcos ingleses, el Ajax, el Aquilles
y el Exeter.
Llegando al
puerto de Montevideo les fue a recibir
un capitán de Marina uruguayo, Ribera Travieso, que había estado en España como
agregado, era amigo de su familia y con él pudieron desembarcar para ir a
almorzar.
El Formosa llega a Buenos Aires, pero durante
dos días no pueden bajar del barco hasta que se hace posible el viaje en el
transandino, toman entonces un pasaje de tren de 2ª categoría – buena en España
pero en puros bancos de madera en compartimentos en los trenes argentinos- a Mendoza donde la cordillera les causa un sentimiento
realmente impresionante: era verano y no había nieve: en esos años los coches
argentinos circulaban por la izquierda y uno no sabía dónde mirar; atraviesan los
Andes en taxi por caminos de arena, lleno de baches, de interminables curvas
que subían y bajaban, de un monte tras otro, hasta Punta de Vacas.
Al llegar a
Chile, el 19 de diciembre de 1939, exactamente en la estación Mapocho, le esperaban unos
amigos que habían llegado en el Winnipeg en el mes de septiembre: Arturo
Lorenzo y Elena Gómez de la Serna, que los conducen a una residencia en la
calle Morandé, 542, una pensión que la regentaban dos hermanas de un personaje
importante de la política chilena, Luis Emilio Recabarren, fundador del Partido
Comunista. Vive durante algo más de
un año en la pensión, hasta que estas hermanas se mudan al paradero 9 de la Gran Avenida y Rafa
se va con ellas. Los 18 años los cumplió recién llegada a Chile.
El poeta
ingresa durante un año en un sanatorio de montaña, “El Peral” y posteriormente
en una pensión para tratarse la tuberculosis pero finalmente viaja a Uruguay
donde Rafa le pierde la pista. Muchos años más tarde Rafaela donó el “Cuaderno de Toulouse”, donde aparecen 24 poemas, muchos de
ellos inéditos y desconocidos, que le había dedicado. el
Cuaderno de Toulouse, a ella dedicado y donde aparecen 24 poemas, muchos de ellos inéditos y
Cuaderno de Toulouse, a ella dedicado y donde aparecen 24 poemas, muchos de ellos inéditos y
En ese tiempo
trabajaba en la
Universidad de Chile en la Comisión de Cooperación
Intelectual con José Santos González Vera, abuelo de la Laura Soria.
Posteriormente
le contrata el Instituto chieno francés por parte de Roger Parelon, en Mademsa,
Manufacturera de metales S.A.
A su marido Joan
Jordana, hijo del escritor catalán C.A. Jordana, también llegados del exilio
desde España y Francia, le conoce en el Centro Catalán de Santiago, ciudad donde
residen durante muchos años, primero en Guadalajara 5550 y posteriormente en la calle
Vecinal, 50, en la comuna de Las Condes, donde Rafa sigue viviendo. Tiene dos
hijos, Xavier y Sergi -los dos del FC Barcelona- 6 nietos y tres biznietos, y esperando el cuarto.
Ha publicado dos libros: "Días cálidos y azules" (1996), una mezcla de poemas y narraciones y "Teselas para un mosaico" (2004), un relato autobiográfico compuesto por 50 notas breves, cuya escritura oscila entre la prosa y la poesía.
Ha publicado dos libros: "Días cálidos y azules" (1996), una mezcla de poemas y narraciones y "Teselas para un mosaico" (2004), un relato autobiográfico compuesto por 50 notas breves, cuya escritura oscila entre la prosa y la poesía.
Rafa se
levanta todos los días en hora capicúa, sigue viviendo independiente, escribe,
lee, traduce, participa en talleres literarios, maneja skype y correo
electrónico y sigue recibiendo en su casa de Santiago con una gran sonrisa
acompañada de un gran abrazo.
Verdaderamente
es admirable.